lunes, 24 de enero de 2011

TEATRO ARGENTINO CONTEMPORÁNEO / ALIAS - Revista Cultural Italia

Publicación 22 de enero de 2011 / Revista ALIAS, semanal cultural del diario il Manifesto (Italia) / Especial sobre el Teatro Argentino

 - Por Fabio Bozzato y Guillermo Jorge Alfonso (2010) -

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Dicen acá que los sábados hay en cartelera por lo menos 300 espectáculos. De estos, cerca de 200 serían de autores argentinos. El teatro de Buenos Aires continúa fascinando a su gran público metropolitano. Claro, gran parte es el éxito del teatro comercial, una comedia un poco grosera y la nostalgia del varieté, neón multicolores, afiches desmesurados que travisten la maravillosa y olvidada arquitectura. Su capital es en la Avenida Corrientes, que trató de mantenerse seductora pero ahora es más decadente que vital con su aspiración de una broadway borracha. Allí es tanto el business que las relaciones públicas son a menudo manejadas por personajes que parecen irrumpir a la realidad directo de la commedia all’italiana, puede pasar que nieguen una entrevista: “No se dan entradas gratis, no nos interesa...” como el responsable de prensa de una de las comedias más exitosas de la ciudad “Más respeto que soy tu madre” por Antonio Gasalla en el autollamado Teatro el Nacional. El hecho es que todas las salas están llenas. La proliferación también repercute a la escena independiente, cientos de espacios, centros culturales, casas, pasillos, rincones transformados en escenarios y escaleras. Apenas una docena de sillas, unos pocos metros cuadrados, algunos actores, un director y tal vez un dramaturgo. Y eso puede a veces ser un acto teatral más elocuente, que algunas obras. En todo caso, la gente el fin de semana está en filas. “No sabemos cuántas salas hay en la ciudad. A menudo, los grupos están asociados a una cooperativa, encuentran un espacio, al cual va el 30% de las entradas y el resto a la compañía". No ganan mucho, incluso en caso de éxito. Pero el fenómeno sigue contagiando a la ciudad con sus espacios, talleres de teatro, número de obras y eventos. Esta es una peculiaridad de Buenos Aires más que cualquier otra ciudad del mundo”. Roberto, Tito Cossa, uno de los dramaturgos más populares del país, en su oficina de presidente nacional de Argentores (Sociedad de Autores de Argentina) lo menciona orgulloso. Buenos Aires sigue siendo una enorme plataforma teatral. Pero lo que es ahora el teatro independiente en Buenos Aires, es difícil de definir. Sin embargo, explorando y viendo casi 30 obras, en ocasiones dos obras el mismo día, cualquier día de la semana, durante un mes, es una experiencia para hacer en esta ciudad, ya que puede ser fascinante o desmotivador. Es como navegar en un mar narrativo, nebuloso, complejo y fresco. 
Narraciones familiares. Claudio Tolcachir, treinta y cinco años, es un ejemplar más bien raro que puede pasar entre estos dos terrenos siendo aclamado por la crítica y el público. En cartelera firma la dirección de cuatro obras, dos en el circuito comercial "Agosto" de Tracy Letts y "Todos eran mis hijos" de Arthur Miller. De los otros dos también es el autor y están en escena en su espacio teatral propio, el Timbre 4 en el barrio Boedo. "La Omisión de la familia Coleman" y "Tercer Cuerpo" acá celebraron respectivamente las 800 y 300 funciones, y siguen de gira por América Latina y Europa. Escritas en torno a la desolación de las relaciones humanas y familiares son ritmadas por el humor y el malestar, ambas dosificadas con gran eficacia. Es realmente impresionante "Tercer Cuerpo" la vibración y armonía del espectáculo con la magistral habilidad actoral de sus intérpretes. “Me encantan los personajes, están en el borde, un poco enfermos, un poco aburridos o molestados por la vida de la cual quisieran hacerse parte. Pero que entre tanto sigue y ellos no saben como agarrar la rueda que gira” dice Tolcachir. La primera sala abierta en el Timbre 4 es y ha sido su casa, ampliada recientemente a una continua ex-fábrica de sillas. La simultaneidad entre talento autoral, texto y dirección, autonomía de espacio y capacidad de moverse dentro del espacio cultural de la ciudad y de los festivales, parece un cóctel para el teatro independiente de hoy. “Cuando a mediados de los años 80’ recuperamos la democracia - reflexiona Tolcachir - por un período el teatro era muy didáctico. Fue la necesidad de contar la libertad y el dolor. En los años 90’ el discurso se hizo más críptico, de objetos, metáforas, instalaciones, quizás como intentos de romper los códigos del teatro. Ahora creo que ha vuelto un teatro de lo posible, pequeñas historias en las que el público puede identificarse con lo que está sucediendo en el escenario. Esto parece un elemento familiar de muchos autores de mi generación”. Por supuesto, teatro de historias, quizás historias inusuales que no se mimetizan siempre con el imaginario del público, un ejemplo son las historias ambientadas en la pampa, ese lugar tan extraño pero familiar que es el enorme campo, afuera de la bulímica metrópolis de la capital. Entonces, el estruendo es inevitable. Logra bien contarlo Andrés Binetti, treintitrés años, la mitad de los cuales ha vivido en Macachín, más allá de la provincia de Buenos Aires. Su "Llanto de perro" ha sido un éxito desde su debut en 2005. El lugar que pone en escena también en la última obra "Basavilbaso (El Sueño plazo)” es la sequía de la soledad. Hay algo feroz que devora las relaciones humanas, la posibilidad de ser libre es una dimensión acorralada y prohibida. Binetti nos dice: “En mi trabajo prefiero no hablar con el público de su familia de clase media urbana. Trato de desestabilizar utilizando el lenguaje latinoamericano del grotesco. Trabajar con el campo es sumergirse en su enorme producción mitológica. Es la literatura gauchesca "Martín Fierro" de José Hernández y el "Facundo” de Faustino Sarmiento, la dicotomía entre civilización y barbarie, de la ciudad y de los gauchos”. Binetti cuenta el ruido del abandono, el espacio mental detrás de la ciudad. Le preguntamos si acaso hay algo que reúna a los autores de su generación, él incierto responde: "Somos una red, pero trabajamos en cosas diferentes… Se produce mucho teatro, pero profundamente íntimo. Quizás compartimos el hecho de haber tenido grandes maestros y de buscar cada uno caminos absolutamente personales". Romina Paula se dedica también a historias minimales que se tornan una imagen social. Treintaiuno años, la artista pone en escena en el Espacio Callejón con la obra "El Tiempo Todo entero" inspirado libremente en el "Zoo de Cristal" de Tennessee Williams. Es una estructura psicológica tensa entre una mujer y sus dos hijos. Se basó en la obra original reinventando el desarrollo narrativo. "Yo trato de excavar en un entorno familiar violento - dice - Creo que las relaciones familiares siguen siendo fundamentales para cualquier autor, son un gran recurso de las ideas y de las representaciones". 
Adentro de la Historia. "Yo amo el teatro del balbuceo, el tartamudeo de donde extraer historias de micro-política. Eso no es algo débil, significa buscar nuevos terrenos simbólicos, donde el cuerpo de los actores pueda hacer irrupción en el texto del autor". Así nos habla de su dramaturgia uno de los maestros del teatro argentino, Eduardo, Tato Pavlovsky. Él acaba de cumplir 76 años, su voz es poderosa e hierática. Él es un icono viviente de la lírica de la militancia. Su "Potestad" en el Centro Cultural de la Cooperación es la revelación de como el poder es absoluto y ambiguo. Un día, agentes de los derechos humanos descubren que la hija de un médico de la policía no fue adoptado, sino robado a un preso político durante la dictadura. El hombre, el mismo Pavlovsky, está en un escenario despojado con su esposa. Su monólogo supone del dolor del abandono sin la responsabilidad de lo horrible que él mismo hizo. "El hombre confiesa todo, pero no se arrepiente porque cree que él realmente salvó a la niña del infierno rojo. Esto sucedió aquí en este Tercer Mundo copión que ha asimilado bien la práctica europea de la ferocidad. La magia es cómo lograrlo en el escenario con la fuerza del cuerpo y de la palabra, así como lo haría Darío Fo" concluye Pavlovsky. El teatro político precipita en las nuevas generaciones encontrando dificultades y sospechas, pero queda revelado un camino de trabajo todavía abierto. En uno de los lugares de culto del teatro independiente el Teatro del Pueblo, una de las obras en cartelera es "El Secuestro de Isabelita" de Daniel Dalmaroni, que aborda los 70’ con un juego de paradojas y equivocaciones. Desde el principio cuando una mujer amordazada grita: "¡No soy Isabel Perón!" frente a un desconcertado grupo guerrillero que comienzan a darse cuenta en un in crescendo tragicómico que al parecer se apoderaron de la sirvienta de la Presidenta-Viuda de Perón. Operación teatral no fácil en un país que con la memoria todavía hace las cuentas. Dalmaroni (1961) dice: "Fue necesario mucho tiempo para leer esos años sin hacer un discurso edulcorado o una simple celebración de la resistencia. En la literatura nosotros tenemos las obras de Martín Caparrós o María Negroni. En el teatro nada de parecido sucedió, ni siquiera con ironía y humor negro, que es lo que me gusta a mí". También, Lola Arias se relaciona con la memoria en su obra "Mi vida despúes" en cartelera en el inaugurado teatro off, La Carpintería y presentada en la feria internacional de libros de Francfort, con motivo de ser Argentina el país invitado en la pasada edición, por su Bicentenario. Del teatro post-dramático, Arias utiliza a las personas y no a los personajes, les pide contar sus seis historias verídicas de sus padres reales durante los 70’ y los 80’. Performativamente mezcla fragmentos de vídeos, fotos, proyecciones y canciones. Cada uno con una historia y un destino diferente, todos marcados por la sombra de la dictadura, por las pulsiones de sus secuelas que no sólo arrasaron a esa desaparecida generación. Desde Berlín, donde reside Lola Arias, nos cuenta que considera el teatro como: “Una experiencia viva, performativa, contaminadas de signos y lenguajes. Me gusta trabajar en historias reales de personas y utilizar esta hiper-subjetividad como voz coral y compleja de una generación. Creo que esto tiene que ver con mi sensibilidad y mi visión íntima del teatro, más que con teorías y escuelas". Refiriéndose al teatro como un proceso vital: "Donde la esfera privada y el plano íntimo se revelan recíprocamente y producen memoria social". 
Poética de la costurera. En la búsqueda creativa al interior de las páginas del pasado, sorprende por la belleza de su texto y rigor interpretativo el melodrama musical "Nada del amor me produce envidia”. Una hipnótica María Merlino interpreta la autoexclusión, el aplacamiento del afán ingenuo, confeccionando el drama sigiloso de una costurera. En sus manos un día se fían dos mujeres poderosas y rivales de los años 50’ la cantante y actriz Libertad Lamarque y la también fugaz actriz y primera dama Eva Duarte, es decir, Evita Perón. Aludiendo al mito de su enemistad al fabular con una disputa clandestina sobre un mismo vestido realizado por la costurera. Y que esta enfrentada al dilema de la decisión, desata su caos anónimo hasta la tragedia. Su taller textil es escenario de su mundo interior casi en penumbra. Aislada hilvana su monólogo, un sueño entregado a que otro vista. María Merlino nos confiesa: “Me fascinó la forma de hablar cantada del personaje porque utiliza la música que está en las palabras. Las canciones datan del repertorio de los años 30’ casi todas de Libertad Lamarque y dos de Ada Falcón. Así incluso nació la idea de crear un CD… Es raro oír mi voz y encontrar en la historia a mi familia, el ambiente de mi casa, la máquina de coser de mi mamá, el tango, el radioteatro”. La dirección de "Nada del amor…" está firmada por el cineasta Diego Lerman. El texto es de Santiago Loza. Ambos estuvieron en Cannes en mayo de este año. El primero en Quinzaines con "La mirada invisible" pero en el 2006 ya se hizo conocido en Venecia con "Mientras tanto". Sin embargo, Loza presentó con Iván Fund "Los Labios" docu-film crudo de tres trabajadoras sociales en un pueblo desesperado de Argentina. Las tres actrices, Victoria Raposo, Eva Blanco y Adela Sánchez fueron galardonadas como mejor actriz en la sección "Un certain regard". Nos encontramos a Santiago Loza en su propio Elefante Teatro Club donde algunos de sus preciosos monólogos se ponen en escena, entre otras obras. Él minimiza: “El Festival fue muy emocionante pero dijimos: volvemos a trabajar. Experiencia terminada. No quiero escribir para perseguir un nuevo premio, de los gustos del público o de los críticos… Me gusta el cine pequeño hecho de historias marginales”... Y continúa: “El cine no es un trabajo en la palabra, es sólo un material transitorio para una película posible. El guión puede estar mal escrito y salir una película bella – ríe – la potencia de la palabra me encanta, para mí escribir cine o teatro significa explorar la narrativa, quizás de una manera mucho más libre que de la literatura formal. En todo caso, respecto a la efervescencia de Buenos Aires, creo que es bueno. Siento que está pasando algo de mágico, no sé qué… pero me gusta".

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